De una cueva a una iglesia

De una cueva a una iglesia

Papias Chipanamamani (derecha) ora con los miembros de iglesia, reunidos en la cueva que antes servía como la iglesia de Laraquere. (Foto: Julie Z. Lee)

Desde iglesias construidas con telas, hasta otras construidas con ramitas de madera, pasto y plásticos, Maranatha Volunteers International tiene cientos de historias acerca de lugares inusuales de adoración. Cada una es única en las luchas individuales a las que las congregaciones tuvieron que sobreponerse, y todas son inspiradoras porque revelan la resiliencia y la devoción a la fe.

Una de las historias menos usuales que Maranatha se ha encontrado en los últimos años es la historia de la congregación Adventista del Séptimo Día de Laraquere en Perú.

El grupo de Laraquere no tenía la intención de reunirse en una cueva. Pero sin el edificio de la iglesia, el grupo era nómada, cambiando el espacio de adoración de un lugar a otro. Al principio, se amontonaban en la casa de alguien. Cuando ese lugar les quedó pequeño, se reunían afuera, sufriendo las variantes de calor extremo o la lluvia torrencial.

Luego, encontraron una cueva. Esta se encontraba en una gran formación rocosa, llena de interesantes hoyos y huecos, que sobresalía de las colinas en la ciudad de Puno. La abertura había sido usada como una casa a mitad de camino, un lugar donde los viajeros cansados podían descansar. Durante la noche, quienes la usaban hacían fuegos para calentarse y cocinar, lo que se evidenciaba en las paredes ennegrecidas. Ahora la cueva serviría como un santuario, y no era perfecta, pero era espaciosa y seca. Entonces, la congregación limpió las paredes, construyó una pared de rocas apiladas, y estableció una iglesia. Alrededor de 30 personas se reunían allí cada sábado, llegando a pie desde toda el área para adorar. Y si el lugar era extraño, a nadie parecía importarle.

En el centro de la imagen se encuentra la entrada a la cueva que sirvió por años como santuario. (Foto: Julie Z. Lee)

“No era raro. Todos estaban ansiosos de escuchar la Palabra de Dios”, dice Papias Chipanamamani, quien recuerda adorar en la cueva. Él se encuentra entre los miembros originales cuando comenzó la iglesia en 1975. Varios años después, un miembro de iglesia donó una propiedad en la ciudad cercana de Poquellani. El lugar era más central para el creciente número de miembros, y era un lugar donde podían construir una estructura real.

“Nos mudamos de la cueva porque el evangelio no solo era predicado dentro de una familia. Los miembros también lo difundieron a sus parientes y amigos”, dice Chipanamamani. La mayor parte del crecimiento vino de una ciudad cercana, ubicada a 8 kilómetros de distancia. Las personas tenían que viajar una larga distancia para asistir a la iglesia. “La distancia hace que uno se sienta cansado si uno tiene que caminar”.

En el nuevo lugar, los miembros trabajaron sin descanso para construir una estructura. Era un salón comunitario, diseñado para diversos propósitos, incluyendo la adoración. Los fondos eran escasos, pero la congregación colaboró para construir un edificio simple que pudiera servir a sus necesidades inmediatas, al menos temporariamente. El sueño, por supuesto, era construir una iglesia más robusta en el futuro. Pero el sueño siempre estaba fuera de su alcance, y a medida que pasaban los años, la mala calidad de los materiales de construcción los alcanzó.

“Como la iglesia que teníamos estaba hecha de materiales rústicos, se deterioró con el tiempo. No eran solo las paredes las que estaban en malas condiciones. El techo ya no era el techo original. Una vez, el viento voló el techo, y tuvieron que techar nuevamente el edificio”, cuenta Chipanamamani. “Ya no estaba en buenas condiciones. Estaba deteriorado. Cuando llovía, entraba el agua. También entraba por el piso. Todo se mojaba, por lo que ya no era un lugar apropiado”.

Sin otra opción, la congregación demolió el edificio. Chipanamamani abrió un humilde espacio para adorar en su propiedad. Mientras tanto, él y otros miembros de la iglesia pensaban estrategias sobre cómo podrían permitirse una nueva estructura. Sabían que los esperaba un largo camino.

Actualmente, la congregación de Laraquere se reúne en un salón en la casa de Papias Chapanamamani. No es lo ideal, pero está disponible y se llena cada sábado. (Foto: Julie Z. Lee)

Sin embargo, luego la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Perú invitó a Maranatha a trabajar en el país. Y después de dos años de retraso, debido a la pandemia, el plan es que Maranatha les construya una nueva iglesia. “Es una bendición de Dios porque no lo esperábamos. Es una gran bendición de Dios”, dice Chipanamamani.

Laraquere es solo uno de los aproximadamente 100 proyectos que Maranatha está comprometida a construir en Perú este 2023. A medida que crece la membresía y se esparce por la región y en otras partes de Perú, la necesidad de tener lugares apropiados para adorar también crece. Es un testamento a la persistencia de la Iglesia Adventista en Perú y a la dedicación de su gente.

Escrito por: Julie Z Lee, Maranatha Volunteers International 

Fuente original: Adventist Review