Jesús glorificado, soberano y salvador en Apocalipsis 1

Jesús glorificado, soberano y salvador en Apocalipsis 1

La Biblia nos presenta varias imágenes de Cristo, y todas revelan su poder, carácter y amor. (Imagen: Shutterstock)

El Antiguo Testamento (AT) de la Biblia está repleto de imágenes y alusiones al Mesías, el Salvador de la humanidad prometido, que habría de redimir al pueblo de Dios. Al estudiar el Pentateuco, los libros poéticos y proféticos, logramos ver claramente el deseo de Dios de ofrecer esperanza a las personas en cuanto al futuro.

Los cuatro evangelios del Nuevo Testamento (NT) amplían esa perspectiva al retratar la vida y el ministerio de Jesús, presentándolo como Cristo, el Ungido, el Mesías. Los detalles importantes sobre su actuación, en la doble condición de humano y divino, están detallados por los cuatro autores, en tiempos y circunstancias distintas y para diferentes audiencias.

El relato de Jesucristo en el libro de Apocalipsis, escrito por Juan, al final del primer siglo de la era cristiana, es todavía más amplio. Los temas de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo todavía son recurrentes, pero a él se lo retrata de una forma glorificada; alguien victorioso que ofrece una esperanza real a los que venzan con él.

Revelación abierta 

Los tres primeros versículos del capítulo 1 de Apocalipsis dilucidan que el libro es una revelación de y sobre Jesucristo para todos. No se trata, por lo tanto, de una obra cuyo contenido debería esconderse, prohibirse ni temerse. En el versículo 3, Juan afirma: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y que guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.

Por lo tanto, es una revelación que deben vivir y experimentar aquellos a quienes alcanza. El comentarista Ranko Stefanovic afirma que “cuando los oyentes entienden ese libro de profecías como la revelación de Jesucristo, responden por medio de la aceptación y observancia de sus mensajes como Palabra de Dios”.1 

La identidad del revelador 

En el versículo 4 inicia una descripción de la identidad del Revelador de ese mensaje que debe ser obedecido por las personas. Y el autor atestigua la divinidad de ese ser cuando dice, en los versículos 4 y 5: “Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la Tierra”.

Es maravilloso saber que el que es el centro del mensaje de Apocalipsis es victorioso hasta sobre la muerte. Él murió, pero resucitó, y así nos garantizó la salvación a todos. En Colosenses 1:15, dice que Jesús es “el primogénito de toda creación”, en paralelo al texto de Apocalipsis 1:5, que lo presenta como el primogénito de los muertos. Jesucristo no fue el primero en nacer, ni en morir, tampoco en resucitar, pero su condición de victoria sobre el mal y el pecado lo pone en referencia a los seres humanos.

Él es el Testigo Fiel, y su testimonio es válido por su origen divino (Juan 8:14) y su amor inigualable por las personas. Al mismo tiempo, el primer capítulo del libro conecta ese testimonio de Cristo a la necesidad de dar testimonio a los que lo siguen (versículo 9), como el de Juan, preso en la isla de Patmos por su fe.

El primer capítulo de Apocalipsis, además, retrata a Jesucristo como el Soberano entre los reyes de la Tierra. Esos reyes son siempre identificados, en otras partes de la Biblia, como enemigos de Dios, que no prevalecerán, a pesar del poder que tienen (Apocalipsis 10:11;17:2 y 18; 18:3). Jesucristo glorificado y salvador está por encima de ellos, y su reino espiritual y eterno no será superado por las estructuras que el mal establece. El salmista hablaba en el Salmo 89:27 del poder superior de Dios por encima de todo lo que existe, inclusive de las fuerzas del mal. 

Grant Osborne observa que “el mismo Cristo que reina sobre la vida y la muerte reinará naturalmente ‘sobre los reyes de la Tierra’. El conflicto entre el Cristo exaltado y los soberanos de este mundo es predominante en Apocalipsis”.2 

Jesús presente y actuante 

Pero, para mí, hay otra parte del capítulo todavía más motivadora y alentadora. Además, al final del versículo 5 y comienzo del versículo 6, dice que Jesucristo “nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre”.

En la visión que recibió Juan, Jesús no es solo glorificado; es retratado claramente como Salvador, cercano a las personas y que actúa en favor de ellas para liberarlas del pecado. La liberación de Cristo va mucho más allá de sistemas opresivos humanos; aquí, el texto trata de la victoria sobre la pecaminosidad, que nos distancia de nuestro Dios.

Según el texto, Jesús también eleva el nivel del ser humano de la condición de un pecador a un habitante de las moradas eternas y participante activo del reino que nunca terminará. Él transforma la perspectiva humana por medio de su muerte, resurrección y regreso a este mundo para buscar a los suyos (vers. 7). Es un Dios que está cerca y se interesa por sus criaturas. Es una figura radicalmente diferente a gran parte de las divinidades históricas, siempre distantes e indiferentes a las necesidades de los seres creados.

Del versículo 12 en adelante, la descripción hecha por Juan hace eco del relato del capítulo 10 de Daniel. El ser “semejante a un hijo de hombre”, una expresión que se encuentra también en Daniel 7 y que los escritos de los Evangelios atribuyen a Jesucristo, está en medio de los candeleros de oro. Estos representan las iglesias, o sea, la comunidad de los fieles. En otras palabras, Jesús no está lejos, sino que camina entre su pueblo y participa de sus dolores y alegrías. “Cuando Juan dice que vio a Cristo en medio de los candeleros, quiso decirnos que Cristo no es un Señor ausente. Por el contrario, él está en medio de sus iglesias, dándoles apoyo durante las pruebas y persecuciones”, comenta Osborne3. 

Allí, la imagen de Jesucristo colgado en una cruz está sustituida por un ser poderoso, que irradia impresionante brillo, luz y pureza. No hay más derrota en la narración, sino esperanza real por el que está delante, y ante quien el profeta llega a caer a sus pies (vers. 7).

Jesucristo, el que es “el primero y el último; y el que vive” (vers. 17, 18), tiene un mensaje poderoso que necesita ser esparcido a todos, en todos los tiempos. No se limita al primer siglo de la era cristiana, cuando Juan vivió, ni a pocos años después del ministerio del profeta.

Él ha de venir

Finalmente, la promesa del regreso de Jesucristo es contundente y vibrante en el primer capítulo de Apocalipsis. Jesús Glorificado, Soberano y Salvador volverá para dar la recompensa a cada uno conforme a sus obras. Comentando acerca de este capítulo, Jacques Doukhan afirma que “la promesa de su regreso está reservada para el futuro. El porvenir nos ofrece mucho más que el pasado y el presente. Más que el Dios de la memoria, de la existencia, de la espiritualidad y de la comunión, él es el Dios ‘que ha de venir’”.4 

Jesús, el salvador del mundo y victorioso sobre el pecado, ha de venir para concretar la implantación del reino prometido a todos los que lo esperan y aceptan su amor y gracia. Richard Bauckham puntualiza que “no hay dudas de que él tiene en mente muchos pasajes proféticos del AT que anuncian que Dios vendrá con la intención de salvar y juzgar”.5 

En resumen, el libro de Apocalipsis comienza con esperanza, con la seguridad de victoria sobre el pecado y el mal, y destaca el poder divino sobre todo el mal que existe. Apocalipsis no es un libro de derrota, tristeza, miedo o códigos indescifrables, sino un soplo de optimismo para la humanidad amedrentada, enferma, cansada y que no divisa el horizonte promisorio.

Lo que me deja bastante satisfecho al estudiar el primer capítulo del último libro de la Biblia es la seguridad de que un reino de paz, amor, igualdad y verdadera solidaridad no será construido por seres humanos con sus habilidades y deseos; es un reino afirmado en aquel que es “el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin”.

Escrito por: Felipe Lemos

Fuente original: adventistas.org/es