Cuando el amor lastima: las señales de un noviazgo tóxico

Cuando el amor lastima: las señales de un noviazgo tóxico

Un noviazgo que te aleja de tu familia y amigos es una señal de peligro. (Foto: Shutterstock)

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).

Durante los años como director de una institución de enseñanza, vi de cerca la belleza y los conflictos de los jóvenes enamorados. Conviví con sueños, lágrimas y expectativas. Aprendí algo valioso: pocas decisiones influyen tanto el futuro como el noviazgo y la elección de con quién se desea construir una vida.

Estar de novio es, antes que nada, un intercambio de influencias, de emociones, de sueños y de planes. Y todo intercambio transforma a quien lo vive. Un noviazgo saludable es el que hace que ambos crezcan como personas, como estudiantes, como profesionales, como hijos de Dios. Es el que inspira el caminar y eleva el corazón.

Es más bello aun cuando ese amor acerca a los dos a Dios. Nunca será bueno si uno madura en la fe mientras que el otro se pierde. Una relación saludable es la que lleva a los dos en la misma dirección: hacia lo alto y juntos.

Y hay un detalle que, para mí, es central: el noviazgo nos debe acercar a nuestra propia familia. Cuando un noviazgo nos aparta de la casa, las raíces, nuestra historia, es una señal de peligro. El amor que vale la pena nos lleva más cerca, nunca nos aleja del hogar. Estar de novio debe ser crecer, caminar hacia adelante y hacia el cielo.

Pero cuando estas precauciones son ignoradas, se corre el riesgo de entrar en una relación tóxica. He visto historias que comenzaron de forma encantadora y terminaron en dolor. Relaciones que, de tan silenciosas, se convirtieron en una cárcel.

Cuidado disfrazado

La relación tóxica rara vez grita al comienzo. Solo susurra. Llega disfrazada de fervor, de afecto exagerado. Se usa la seducción como herramienta para romper vínculos: primero con la familia y después con los amigos y la comunidad. Ese aislamiento no es un accidente, es una táctica. Lejos de quien lo conoce bien, el otro se vuelve una presa fácil de la manipulación.

De a poco, la identidad va siendo minada. Surgen críticas constantes, control disfrazado, desvalorización que corroe la autoestima. El trabajo, los estudios y los sueños se vuelven amenazas. Y cuando todo gira en torno del otro, se instala la dependencia afectiva. Entre humillaciones y desprecio, surgen suficientes migajas de cariño para mantener la ilusión de amor.

Pero ese amor no libera. Alimenta la necesidad, no la dignidad. Y la persona, ya sin fuerzas, empieza a creer que no existe nada fuera de eso.

Hay un camino de regreso que comienza con la lucidez. Un noviazgo saludable acerca, edifica, honra la historia y la fe. Lo que exige que usted desaparezca nunca fue amor. Si algo lastima, dígalo. Pida ayuda. El corazón necesita espacio para amar, y el amor necesita verdad y libertad para florecer.

Autor: Alacy Mendes Barbosa

Fuente: Noticias Adventista Sudamérica